Entre las nuevas egresadas se encuentra Susana, quien compartió su experiencia en el programa radial La Medianera. “Soy mamá, abuela, jubilada y ahora orgullosamente payamédica. Volví a ser la Susana de antes”, expresó con emoción. A lo largo del testimonio, relató cómo la vida la llevó, casi sin planearlo, a inscribirse en el curso. Fue su forma de transformar años de acompañamiento a familiares y amigos enfermos en una práctica activa de amor y entrega. “El simple hecho de estar con alguien en silencio también es acompañar”, dijo.
Lejos de ser solo entretenimiento o espectáculo, Susana aclaró un punto clave: “El payamédico no va a hacer payasadas. Va a intentar que el produciente se desconecte unos minutos de su situación, aunque sea con una sonrisa o con una mirada”. Esta visión pone de relieve el carácter terapéutico y respetuoso del trabajo que realizan. A través del color, la improvisación, la empatía y el respeto por los silencios del otro, el objetivo es brindar alivio emocional en escenarios difíciles, como una sala de terapia intensiva o una sala de espera hospitalaria.
La formación fue coordinada por Lidia Oviedo, referente de Payamédicos en Comodoro Rivadavia, quien también habló con La Medianera y compartió su alegría por el egreso de esta primera camada del año. “Fue maravilloso. Este domingo cerramos dos meses de mucha incertidumbre, donde muchas mujeres atravesaron procesos personales que también pudieron resolver”, sostuvo. Lidia valoró el compromiso de cada integrante, destacando que, además de su formación artística y emocional, muchas tenían otras responsabilidades laborales, familiares o de salud.
Con la incorporación de estas nuevas payamédicas, el grupo podrá ampliar su cobertura en los centros de salud. Según explicó Oviedo, ya se organizó una rutina de trabajo que contempla visitas semanales al Hospital Regional y al Hospital Alvear. A partir de esta semana, estarán los miércoles por la mañana en el Regional, los viernes en el Alvear, y los sábados en ambos hospitales. Este crecimiento también permitirá continuar participando de eventos comunitarios y actividades externas donde son convocadas.
Lidia remarcó que los payamédicos trabajan siempre en grupo: en dúo, trío o de forma colectiva. “Un payamédico nunca está solo. Siempre necesita de su dupla, de su compañera o compañero. Así lo vivimos y así lo enseñamos en la formación”, aseguró. Además, subrayó que el trabajo no es improvisado desde el caos, sino desde la escucha y la sensibilidad. “Nada está armado. No salimos con guiones ni actuaciones predeterminadas. Todo ocurre en el presente, en función de lo que el produciente nos da”.
Una de las características distintivas del movimiento payamédico es que no se limita a la infancia. Aunque los niños son prioridad, cualquier persona puede ser acompañada: adultos, adolescentes, ancianos o incluso familiares de pacientes. “Agenciamos con quien lo necesite. Nuestro trabajo no es solo para los chicos”, explicó Lidia.
Otro de los aspectos que resaltó fue la diferencia entre el trabajo del payamédico y otras disciplinas como la risoterapia. “No somos payasos de risoterapia. Nosotros trabajamos con la terapia emocional. No robamos sonrisas, transformamos rostros. La palabra robar tiene una connotación negativa. Nosotros buscamos la conexión, no la imposición”, sostuvo.
El próximo curso de formación comenzará el domingo 3 de agosto, con encuentros presenciales en el Hospital Alvear. Se dicta los domingos de 9 a 13 horas, aunque la organización no descarta habilitar horarios alternativos como los sábados por la tarde en futuras ediciones. La inscripción continúa abierta, y quienes estén interesados pueden contactar a través de las redes sociales de Payamédicos Comodoro Rivadavia.
Actualmente, el grupo cuenta también con un único payamédico varón, Levan Macharavilli, a quien Lidia mencionó con cariño. “Él es nuestro bálsamo de paz. Siempre aporta equilibrio y calma en cada encuentro. Es el único hombre del grupo, pero siempre presente”, señaló.
Tanto Susana como Lidia coincidieron en destacar el poder sanador del vínculo, del dar y recibir, del estar con el otro sin invadirlo. En palabras de Susana: “Después de tantas cosas, volví a ser la abuelita de hace muchos años. Esta ha sido la mejor terapia de mi vida. No solo lo digo yo, lo dice también mi entorno. Mi hija, mis nietas, me ven diferente. Y así me siento”.
El cierre de la ceremonia de egreso estuvo acompañado por una consigna que sintetiza el espíritu del movimiento: “Que no se apague la risa donde más se necesite”. Una frase que no busca ocultar el dolor, sino acompañarlo con presencia, respeto y amor. Porque como afirmó Lidia en el final de la entrevista:
“Uno se jubila de un trabajo, no de la vida. Siempre se puede empezar de nuevo. Siempre se puede elegir dar amor, y con amor se puede un mundo mejor.”