La situación se
agravó cuando el propio Banco Central admitió ante la Auditoría General de la
Nación (AGN) que a lo largo de todo 2024 no existieron contratos por el envío
de oro al exterior. La falta de respaldo formal alcanza tanto al cierre del año
pasado como a la actualidad, dejando sin trazabilidad una operatoria
millonaria.
El tema ya escaló
al ámbito judicial y puso bajo la lupa a la conducción de la autoridad
monetaria, en un contexto de reservas en rojo y con el precio internacional del
oro en niveles récord.
En la nota
remitida a la AGN, desde el BCRA fueron categóricos: "Los contratos de
colocación de lingotes de oro con el BIS y/o cualquier otro depositario del
exterior no existen". La respuesta oficial fue todavía más lejos al
aclarar que no se elaboraron informes jurídicos porque, directamente, "no
hay contratos".
Este punto deberá
ahora ser ratificado en sede judicial, ya que la Justicia exige explicaciones
sobre el destino y las condiciones de la operatoria. La admisión dejó sin
sustento cualquier intento de auditoría sobre un movimiento valuado en USD
4.981 millones: sin contratos, no hay documentación que revisar, como si los
lingotes hubieran salido por una puerta lateral y se hubieran esfumado.
La presunción de
delito encuentra respaldo en elementos concretos. Los funcionarios del Central
no administran bienes propios, sino activos públicos. La inexistencia de
respaldo contractual no es un mero error administrativo, sino que abre un
frente penal. Cuando un activo estratégico de esa magnitud pierde trazabilidad,
la responsabilidad deja de ser solo institucional y pasa a ser personal. No hay
lugar para interpretaciones ingenuas.
Con el expediente
ya en manos de la Justicia, el margen para seguir ocultando información se
redujo. La Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal ordenó al Banco
Central entregar datos precisos y fue explícita en su reproche: sostuvo que las
excepciones al acceso a la información pública no pueden depender de una
decisión unilateral del funcionario obligado. Si el Estado invoca
confidencialidad, debe demostrar un daño concreto y no alcanza con alegar
riesgos genéricos.
En paralelo, la
AGN quedó habilitada para avanzar con acciones legales por entorpecimiento de
auditoría, tras la jura de nuevos auditores.
El contexto
internacional vuelve el episodio todavía más sensible. El oro cotiza cerca de
los USD 4.400 la onza, un máximo histórico. Esa suba actúa como un salvavidas
contable para un Banco Central con las reservas líquidas hundidas. Según
estimaciones de LCG, las reservas netas reales podrían ubicarse en torno a los
USD 18.000 millones negativos. Sin el efecto precio del oro, el rojo sería aún
mayor.
La paradoja es
evidente: los lingotes siguen computando como reservas, aunque nadie pueda
decir con certeza dónde están. No se sabe si se encuentran en Londres, en
Basilea, si generan algún rendimiento o si fueron entregados como garantía para
obtener dólares frescos.
La falta de
información sobre el destino de las reservas de oro de Argentina convirtió al
tema en uno de los mayores interrogantes que enfrenta hoy el Banco Central.
Mientras el oro marca récords y las reservas netas siguen en terreno negativo,
la pregunta central sigue sin respuesta: dónde están los lingotes que deberían
respaldar al país.




